28 may 2025

Un poema sobre la guerra de Ivo Kravic

 

Tiembla la espiga

Tiembla la espiga.

La luna mancha el puente

Que mañana cruzaremos

y la ciudad sitiada

titila en mis ojos

Hace frio y temo quedarme dormido

¿La vida es sueño?

El poeta cantó entonces, una  balada:

Nadie me ha convocado por el nombre.

He llegado a este puesto por la rotación de la vida.

Hay temporada para salir en guerra.

Acaso todo el año para estar en primera línea

y es tan amplio el frente que cada soldado está solo en lo suyo.

¿Sangrarán mis manos?

¿Verterán de mí, o de la yugular del enemigo?

¿Sabré matar por el rostro de mis palabras?

¿Encontraré antes el rostro que mis palabras elijan?

Llegará el día cálido de elogios, de promesas de gloria.

Sin embargo, no sabré,

 ni en los susurros femeninos más calientes,

ni en sus detalles mas íntimos.

qué hacer con la victoria

La tristeza del poeta se detuvo

¿Qué pasa?

¿Por qué no avanzamos?

El poeta miraba fijamente el trigal.

Las venas azules le estallaban en las manos.

Como si hiciera un gran esfuerzo por sostener el arma

Miraba el trigal,

¿Alguien puede ocultarse detrás de ese amarillo Van Gogh?

-Vamos, gritó alguien,

Caló la bayoneta punzando el cielo.

El arroyo espera la sangre.

La piedras me ofrecerán su respaldo

¡Dios! si hay un enemigo allá

En mi marcha veloz,

¿Abrirá mi bayoneta, ojos de una hermosura indescifrable?

¿aplastaré  anteojos de indescriptibles colores?

Dejo heridos abandonados a su suerte.

Y las hormigas se desprenderán hacia otra naturaleza.

Y la artillería hará saltar a los científicos hacia sus propias especulaciones.

 Habrá otra batalla después de la definitiva.

Otra vida cuando ocupemos a la ciudad.

Otro señor que nos mande.

Otra biografía.

Una razón del fuego que prefiero ignorar.

La razón de mi cuerpo y de mi alma.

¿Cómo entrar en la ciudad como quien siembra el terror

en un poblado feliz?

¿Cómo dejar caer una gota de sangre entre dos enamorados.?

Debo elegir otro modo de morir.

Me detengo ante una mujer apretujada en un rincón,

muerta de miedo.

Y le diré:  mujer no llores, levántate.

Y ella me ofrecerá vino en jarra romana.

¿Dónde vives mujer?

Alrededor de la ciudad sitiada

¿Y qué quieres?

Sangre de cuervos. Mi marido lo tengo encerrado en una cochería.

Necesito regresarlo y ponerlo bajo los alcauciles.

Tranquila, mañana con el bombardeo,

 los cuervos recuperaran su vuelo

 y su grandeza

y tu marido regresará por los aires

-Dios te oiga, joven poeta.

Titila la lumbre de una ciudad ya ocupada en sus ojos.

Nunca sabrá qué hacer con la victoria

Yo solo me hermano, piensa,

 con el que sabe

saberse sitiado.

Y en la bolsa de hule que reservaba para su cadáver guardará los escritos.

Saldrá al patio a fumar

Observará  juguetes dispersos

que dibujan vagamente su pasado,

y el sol dará en un cristal lejano.

en el que apenas repara.

Como si un padre

lo tuviese en la mira.

 

24 may 2025

Para este 25 de Mayo comparto una hermosa poesía de Juan María Gutiérrez, de 1841

 


A Mayo

(1841- fragmento)

 

 

Triunfos y glorias en la lira mía

deben hoy resonar. Cese el gemido

que entorno al polvo del campeón caído

lanzara el alma en pavoroso día.

 

Vengan hoy a mis cien palmas verdosas

porque el mustio crespón que anuncia llanto

nubla la mente que levanta el canto

al nivel de victorias portentosas.

 

¡Palma a mi sien! Mas palma entrelazada

con albas cintas en azul teñidas

colores que a la vez son bien queridas

del cielo hermoso y de la patria amada.

 

Palma a mi sien, recogimiento a mi alma

sublime majestad a la voz mía

dad ¡oh mi Dios! dispensador del día

como dais tempestades y dais calma.

 

Todo es tuyo, Señor, en mi creencia:

prodigios de los hombres y conquistas,

creaciones de vates y de artistas,

son obra tuya, no de humana ciencia.

 

Jamás alcé mi pensamiento al cielo

a contemplar las luces de tu gloria,

sin tenerte, Señor, en la memoria,

y sin mirar compadecido al suelo.

 

Y cuando pude comprender un día

lo que hicieron los próceres de Mayo,

ya comprendí también que ardiente rayo

de tu luz divinal les dirigía

 

Juan María Gutiérrez

 

 

 

 

 

 

13 may 2025

Un texto para pensar

 

Angustias de un historiador

Ivo Kravic

En sus inicios recuerda que, cuando joven, su modo de imaginar una clarinada llamando de degüello le inició en esa extraña “carrera”, la historia. Pues bien, ahora respira hondo, está entre documentos, y se remite a la letra.  Sin embargo, saltea sus espacios abismales o esas manchas de tinta temblorosas, de duda o de incertidumbre de quien escribiera por esos tiempos. La letra es, para él, lo que obviamente se infiere de los reconocidos actos del occiso. Al dar vuelta el folio sabe que va a encontrarse con una mano en la chaqueta y la otra detrás. ¿Cuál de las dos manos es más importante? ¿Hay alguna otra certidumbre más allá de la costumbre de ser perpetuado? Quizás ni el occiso mismo lo sabía. Se sabe que fue apto para cruzar montañas, dadivoso en colocar piedras escolares, sangriento como el demonio en afilar un sable a molejón de barbero, lúcido por la oscuridad de la mano en la que atesorar la pluma, con una bandera tironeándose del alma para jurarla en una barranca inhóspita, o viendo al mar por última vez con una copa de veneno, la definitiva.

Nunca (y deja a un costado la lupa) estertor por el cansancio del corazón, nunca sabrá por qué la calma precede a la tempestad, esa que trajo de aquel lado del mar y se quedó con nosotros. Y aunque algún día se muere la materia, la de historia (tiembla con solo pensar por dónde irá el espíritu) no tendrá nunca palabras de agonía porque la muerte del occiso nunca le ha pertenecido.

El occiso, cualquiera de ellos, se llevó sus montañas, recuperó los dientes que le habían sido robados y que fueron a parar a un escritorio, el retazo de cielo a dos colores, el desierto de los pueblos con sus cabezas cortadas y todo lo que sigue es como la brisa que mueve los cortinados, mueve las persianas, todo está ya en el museo donde el occiso es contemporáneo de su cadáver.

Los bichitos despotrican por un poco de tinta, esas manchas sugestivas, tensas salpicaduras del alma, recuerdos de la ilustración, de lo romántico y tantas cosas, incluso lo que falta.

El paisaje del rostro del occiso se cuartea como las salinas que se cabalgaron, y cuánto; los ojos se han fijado en marcos maravillosos y el silencio de los pasos es el sepulcro de nuestras violencias originales (diría, del occiso).

¿Dónde la civilización y dónde la barbarie? ¿Qué hay de sincero en estas reflexiones? Porque son quizás el eco de lo indocumentado, piensa el ayudante del hombre de la lupa, que es un muchacho joven, un estudiante y que sabe algo de poesía. Se ha separado un poco de su maestro para verlo mejor, tal como es en el centro de la sala. Aquí están todos los ejemplos, parece decir su maestro, todo lo que ha ocurrido en estas últimas decenas de años, son copias degeneradas, ni Perón, ni Menem, ni Videla, ni Yrigoyen, todo eso es del último banco, refracción de espejo manchado, intento fallido de antigüedad; estas hordas no se parecen a aquellas; por ciertas consideraciones éstas yacen arruinadas por la voluntad de conocimiento, piensa que piensa el maestro, o quizás es él el que lo piensa.

Profesor (a ambos los distancia una vitrina con el traje y charreteras que fueron del occiso) profesor, ¿qué piensa Usted del final de la historia? No sabe si mirar la charretera o al estudiante; elije una tercera opción: va al baño a refrescarse un poco el rostro. ¿Cómo que ha finalizado? Y yo con las manos vacías ¿estaré en algún punto de una gloria privada? Y el espejo parece responder “Hijo bobo, transido de dolor y de conocimiento, siempre serás el que viene después. Has hecho del infinito una travesura o de la travesura un infinito. Qué simpática será la nada cuando diga su no”.

Se ríe de su ocurrencia metafísica, se descaspa los hombros sin charreteras, escobitas del incómodo y se alegra por este próximo fin de semana, cuando reúna a sus amigos y le place una frase de su cuño que hará reír a todos, singularmente de tinte post-saavedrista: “Hago tanto asado con tan poco fuego”.

 

7 may 2025

Poema de Ivo Kravic

 

Poema Ivo Kravic

Amor despierta

 

Amor despierta.

La lluvia es de los muertos.

Bendice las promesas postergadas.

 

La gota como un reloj

golpeando en el vidrio.

El tiempo acicalado.

Aconteceres y olvido.

Y es la lluvia que nos abre los ojos,

y la boca y el vino.

Hay una sola lluvia,

la que bendice

el rostro del cosmos

sumergido.

 

Rostros y lluvia pasarán,

la tierra y el aroma de la madera

en el rostro.

 

Amor, despierta.

La lluvia bendice los muertos.

Inmóviles cantan lo que

nunca debió haber ocurrido.

Hay algo extraño que la lluvia bendice.

Lo poco que bajo el cielo

pudo haber sucedido.

 

Como estar preparado

por no haber nacido.