Tiembla la espiga
Tiembla la espiga.
La luna mancha el puente
Que mañana cruzaremos
y la ciudad sitiada
titila en mis ojos
Hace frio y temo quedarme dormido
¿La vida es sueño?
El poeta cantó entonces, una balada:
Nadie me ha convocado por el nombre.
He llegado a este puesto por la rotación de la vida.
Hay temporada para salir en guerra.
Acaso todo el año para estar en primera línea
y es tan amplio el frente que cada soldado está solo en
lo suyo.
¿Sangrarán mis manos?
¿Verterán de mí, o de la yugular del enemigo?
¿Sabré matar por el rostro de mis palabras?
¿Encontraré antes el rostro que mis palabras elijan?
Llegará el día cálido de elogios, de promesas de gloria.
Sin embargo, no sabré,
ni en los susurros
femeninos más calientes,
ni en sus detalles mas íntimos.
qué hacer con la victoria
La tristeza
del poeta se detuvo
¿Qué pasa?
¿Por qué no avanzamos?
El poeta
miraba fijamente el trigal.
Las venas
azules le estallaban en las manos.
Como si
hiciera un gran esfuerzo por sostener el arma
Miraba el trigal,
¿Alguien puede ocultarse detrás de ese amarillo Van Gogh?
-Vamos, gritó alguien,
Caló la
bayoneta punzando el cielo.
El arroyo espera la sangre.
La piedras me ofrecerán su respaldo
¡Dios! si hay un enemigo allá
En mi marcha veloz,
¿Abrirá mi bayoneta, ojos de una hermosura indescifrable?
¿aplastaré anteojos de indescriptibles colores?
Dejo heridos abandonados a su suerte.
Y las hormigas se desprenderán hacia otra naturaleza.
Y la artillería hará saltar a los científicos hacia sus propias especulaciones.
Habrá otra batalla
después de la definitiva.
Otra vida cuando ocupemos a la ciudad.
Otro señor que nos mande.
Otra biografía.
Una razón del fuego que prefiero ignorar.
La razón de mi cuerpo y de mi alma.
¿Cómo entrar en la ciudad como quien siembra el terror
en un poblado feliz?
¿Cómo dejar caer una gota de sangre entre dos enamorados.?
Debo elegir otro modo de morir.
Me detengo ante una mujer apretujada en un rincón,
muerta de miedo.
Y le diré: mujer
no llores, levántate.
Y ella me ofrecerá vino en jarra romana.
¿Dónde vives mujer?
Alrededor de la ciudad sitiada
¿Y qué quieres?
Sangre de cuervos. Mi marido lo tengo encerrado en una
cochería.
Necesito regresarlo y ponerlo bajo los alcauciles.
Tranquila, mañana con el bombardeo,
los cuervos
recuperaran su vuelo
y su grandeza
y tu marido regresará por los aires
-Dios te oiga, joven poeta.
Titila la
lumbre de una ciudad ya ocupada en sus ojos.
Nunca sabrá
qué hacer con la victoria
Yo solo me
hermano, piensa,
con el que sabe
saberse
sitiado.
Y en la bolsa
de hule que reservaba para su cadáver guardará los escritos.
Saldrá al
patio a fumar
Observará juguetes dispersos
que dibujan
vagamente su pasado,
y el sol dará
en un cristal lejano.
en el que apenas repara.
Como si un padre
lo tuviese en la mira.